Como cada año a finales de junio, la noche de San Juan marca el principio del verano. Esa época de asueto, de disfrutar del dolce far niente; en definitiva, el sueño de la sociedad occidental. Pero no por ello debemos descuidar nuestra labor fotográfica.
¡Ah, el verano! Pareciera el tiempo perfecto para dedicarse a cultivar nuestras pasiones, pero la naturaleza, como casi siempre obstinada, nos achicharra de calor y humedad para intentar aletargarnos. Pero no sufráis queridos lectores de Mistolabis, el verano también ofrece enormes posibilidades para los amantes de la fotografía.
La playa
Quizás sea la quintaesencia del estío, la plaza dónde, con el calor, la interacción social se desnuda y se actualiza. ¿Qué mejor lugar para reflejar con la fotografía conflictos sociales y culturales? Desde la ironía, el británico Martin Parr nos muestra una sociedad que prefiere procrastinar quemándose al sol, con unas imágenes que nada tienen que envidiar, en potencia visual, a fotografías de guerra, por poner un ejemplo. En esa línea, tenemos un ejemplo en casa: María Moldes, que también intenta explorar con humor ácido el deterioro de una sociedad a través de su ocio veraniego-playero.
Así que no hay excusa para no llevar la cámara a la playa. Ten cuidado con el sol a la hora de exponer tus fotos. La arena de la playa actúa como si fuera un gigante reflector y obliga a cerrar diafragma. Si quieres usar diafragmas abiertos, tendrás que usar un filtro de densidad neutra (¡toma consejo técnico!). La verdad es que no hace falta imitar a Parr o a Moldes o a nadie. Fotografía con pasión y ya está. Aunque como decía Voltaire: «La originalidad no es más que imitación con criterio».
La piscina
En la dicotomía «playa-piscina», se podría aplicar aquello de «hay dos tipos de personas en la vida,…». Aunque, sinceramente, si puedo elegir, elijo las dos. Como el fotógrafo americano Slim Aarons, que se labró una carrera fotografiando a la jet set en su contexto. Como él mismo decía «gente atractiva haciendo cosas atractivas en lugares atractivos», el culmen de la seducción, vamos. En sus fotos, por lo tanto, no faltan ni piscinas lujosas ni las playas de St. Tropez.
Por supuesto, hay otras formas de acercarse a fotografiar piscinas. La checa María Svarbova con su estética más eslava, más del telón de acero, se aleja de ese glamur antes mencionado y retrata al ser humano como un autómata sometido a un cuerpo social más grande que él. No obstante, la palabra «robot» es checa…
Para terminar, me gustaría compartir un par de fotos de piscinas que me fascinan. Una de Martine Franck: blanco y negro, clásica, sobria, de encuadre perfecto, que transmite el sentimiento «verano» como pocas.
La otra de Stephen Shore: en color, con su mujer Ginger en primer término, más moderna, más subjetiva, menos accesible, más misteriosa y sin embargo, bella a raudales…
Aunque siempre nos quedará el campo… para otro post.
¡Disfrutad del verano!