«Cuando era pequeño, mi familia cuidó enormemente nuestras fotos familiares. Las planeábamos y vestíamos acordes con la composición. Posábamos delante de coches caros, casas que no eran la nuestra. Pedíamos prestados perros para las fotos.» Richard Avedon
Parecía una necesaria ficción el que los Avedon tuvieran perro. Allí posaban, siempre construyendo su álbum familiar sobre una mentira de quienes eran y revelando una verdad sobre quienes querían ser.
Avedon pensaba de Rembrandt que fue el maestro del ennoblecimiento del vacío en el retrato y que él era el más peligroso «Maestro de los Perros Prestados», porque él es el más perfecto y sugerente de los pintores. Trabajando en una completa traición teatral.
En 1975, Avedon había llegado a un punto en su carrera donde ya no estaba interesado en hacer retratos de personas de poder y éxito. Admiraba a Jorge Luis Borges, Samuel Beckett, a Francis Bacon a quienes fotografió entre otras muchas personalidades. «La fotografía es un arte triste. Viene y va. Cuando era joven, la muerte era uno de mis temas». Avedon fotografió a Jean Renoir, Stravinski, John Ford, artistas al final de sus vidas, así como a su padre moribundo.
«La muerte es el romance de un poeta joven y el negocio de un anciano».
El padre de Avedon, Jacob Israel Avedon, fue maestro antes de ser hombre de negocios. Fue quien le enseñó la física de la fotografía. Cuando era joven, le explicó el poder de la luz en el proceso de una fotografía. Él, su padre, sostuvo un cristal de ampliación entre el sol y una hoja e hizo la hoja arder. Al día siguiente, Avedon pegó un negativo de su hermana sobre su piel y pasó el día en Atlantic Beach. Esa noche, cuando despegó el negativo, ahí estaba su hermana, quemada sobre su hombro. Avedon supo desde el principio que ser un fotógrafo y jugar con la luz significa jugar con fuego. Ni el fotógrafo ni el tema o sujeto salen impunes.
En 1970, enseñó a su padre por primera vez uno de los retratos que él había hecho de él en años anteriores. Él se sintió herido. Su sentido de la belleza era muy diferente al suyo. Avedon le escribió una carta para intentar explicarle:
«Querido Padre,
(…) había una foto de ti, sobre el piano, que yo veía cada día mientras crecía. Estaba en el estudio Bachrach y estaba muy retocada, nosotros solíamos llamarla “el sonriente Jack Avedon”- era una broma familiar, porque era una fotografía de un hombre que nunca conocimos. Años más tarde, Bachrach hizo un anuncio conmigo –Richard Avedon, fotógrafo- como tema. Sus fotografías de mí eran lo mismo que la fotografía de ti. Estábamos sobre el mismo piano, donde ninguno de nosotros había vivido nunca.
Estoy intentando hacer algo diferente. Cuando tú posas para una fotografía, está detrás de una sonrisa que no es tuya. Estás enfadado y hambriento y vivo. Lo que yo valoro en ti es esa intensidad. Yo quiero hacer retratos tan intensos como la propia gente. Yo quiero que tu intensidad pase a mí, vaya a través de la cámara y se convierta en un reconocimiento de un extraño. Me encanta tu ambición y tu capacidad para decepciones, y todo eso está tan vivo en ti como siempre ha estado.
¿Recuerdas cuando intentaste enseñarme a montar en bicicleta cuando yo tenía nueve años? Tú habías venido a New Hampshire para el fin de semana, creo, en el verano cuando yo estaba de vacaciones, y tú llevabas tu traje de hombre de negocios. Me estabas enseñando como montar en bici y te caíste. Fue ahí cuando vi tu rostro. Recuerdo perfectamente la expresión de tu rostro cuando te caíste. Yo tenía mi cámara Brownie conmigo e hice una foto.
No sé si estoy siendo claro. ¿Entiendes lo que quiero decir?»
Richard Avedon, nacido en Nueva York en 1923, fue un fotógrafo de moda estadounidense que, según el New York Times, ayudó a «definir, en Estados Unidos, durante el último medio siglo la imagen de belleza, elegancia y cultura».
Avedon era el único hijo de Jacob Israel Avedon, un inmigrante nacido en Rusia que tenía una tienda de ropa en la 5ª Avenida. Se enamoró de las primeras fotos de moda en la tienda de su padre, dónde recortaba las mejores imágenes de Vanity Fair y Vogue.
A quien le interese, puede leer más sobre esta historia en el libro «Richard Avedon Portraits».