“La belleza será convulsiva o no será”.- André Breton
¿Para qué sirve la fotografía bélica? ¿Qué función ha tenido desde sus inicios? ¿Y a quién sirve; al espectador o al medio de poder? En torno a estas preguntas reflexiona una muy preguntona Susan Sontag; novelista y ensayista estadounidense (Nueva York, 1933-2004) en uno de sus libros de ensayo “Ante el dolor de los demás”.
«Miserias y desgracias de la guerra». (Jacques Callot, 1633)
Dice Sontag que el apetito por ser espectadores del sufrimiento del cuerpo humano viene a equiparse a lo largo de la historia al apetito causado por el cuerpo humano como objeto de deseo. Y son las obras más valoradas aquellas que expresan dicho sufrimiento como causa de la propia ira humana o la ira divina descargada sobre el hombre. Pictóricamente nos hemos de remontar al siglo XVII para encontrar muestras del sufrimiento causado por la guerra en la obra de Jacques Callot “Las miserias y desgracias de la guerra”
Ya en el siglo pasado vuestro paisano español Francisco de Goya, influenciado por la obra de Callot, elimina todo decorado y escenografía dramática adicional para centrar sus dibujos en el acto en sí, invocando a la conciencia reflexiva del espectador a través de los pies del grabado.
«Desastres de la guerra nº 12. Para eso habéis nacido» (Francisco de Goya, 1810-1815)
El artista muestra su subjetividad sin reparos. El dibujo o pintura puede ser aceptado como una pretensión cercana de lo que pasó y por lo tanto el espectador no le pide exactitud. Sin embargo, a la fotografía bélica (a pesar de ser inevitablemente un recorte, un encuadre de una parte de la realidad que excluye el resto) se le exige el cien por cien de credibilidad, contando con que el fotógrafo puede ser el único testigo que aporte pruebas efectivas de lo sucedido en el instante de la toma.
Esa exigencia de “foto-documento bélica” la cumple el objetor de conciencia, anarquista y antimilitarista Ernst Friedrich en 1924, cuando recoge más de ciento ochenta imágenes de heridos de guerra tomadas durante la primera guerra mundial en el polémico álbum “¡Guerra contra la guerra”. Los gobiernos trataron de evitar inútilmente su publicación por considerar las imágenes “peligrosas para el curso de la guerra”.
A noble gift of heaven in the light of eye, del libro «¡Guerra contra la guerra!» (Ernst Friedrich, 1915)
Estaba claro que no convenía en absoluto que el fotógrafo acudiera al campo de guerra como un ente libre e independiente. El mensaje hay que controlarlo desde arriba y justamente eso hace el gobierno británico en 1855 al mandar al “primer fotógrafo de guerra oficial”; Roger Fenton a la guerra de Crimea con el objeto de suavizar con sus tomas las crueles crónicas periodísticas que estaban poniendo a la opinión pública en contra de la guerra. Sus fotos, bien compuestas y armoniosas, tratan de reflejar la vida en el frente como si de una excursión para los soldados se tratase.
De la serie sobre la Guerra de Crimea. (Roger Fenton, 1855)
La manipulación en la composición, toma y edición de las fotografías bélicas no ha dejado de ser una constante, si bien los propósitos suelen tener que ver con el ensalzamiento heroico. Ejemplos de lo que Sontag considera pruebas históricas de especie impura son entre otras la reconstrucción del levantamiento de la bandera estadounidense en la isla japonesa de Iwo Jima realizada por el fotógrafo Joe Rosenthal en la segunda guerra mundial, toma reconstruida a voluntad basada en el levantamiento original que ya había acaecido anteriormente o la eliminación del hombre que sujetaba las riendas del caballo de Benito Mussolini en una conocida imagen tomada durante una visita a África del dictador.
«Alzando la bandera en Iwo Jima» (Roger Rosenthal, 1945)
Y hablando de manipulaciones llega Susan Sontag a reflexionar sobre una aparentemente muy socorrida que estriba ya no en el trucaje del contenido de la imagen sino en el cambio de identidad de los protagonistas de la misma en función del bando a quien va dirigida. Asegura Sontag que durante la Guerra de los Balcanes (conflicto en el que estuvo especialmente presente) las mismas fotos de niños muertos en el bombardeo de un pueblo sirvieron como propaganda de provocación tanto para la causa serbia como para la croata. “Altérese el pie y la muerte de los niños puede usarse una y otra vez”
Nos cuenta Sontag que la prestigiosa agencia de foto Magnum, fue en el París de 1947 una de las principales precursoras del establecimiento de una llamada “ética fotográfica”, que apoyaba la labor del fotoperiodista como testigo imparcial libre de coacciones manipuladoras.
«Ciudad universitaria» (Robert Capa, 1936)
Plantea Susan Sontag en su libro “Ante el dolor de los demás” la doble vertiente que desde la proliferación del fotoperiodismo de guerra ofrece esta profesión: ¿Ha servido realmente la fotografía de guerra como medio de concienciar y poner en pie a los pueblos contra los conflictos armados o su rutinaria coexistencia con los medios ha llevado a los pueblos a desarrollar insensibilidad a este tipo de dolor humano?
Con esta pregunta nos vamos por esta semana. Candela Zarútina, desde la terreta.
De la serie «Minamata» (Eugene Smith)