Supongo que ya la mayoría de vosotros habréis asistido al menos a una de las charlas sobre la fotografía organizadas por el Club Fotográfico Alicante en el claustro. El lunes, Alberto Verdú nos advirtió que era mejor que no mirásemos las fotos mediocres, ya que lo más probable es que podríamos seguir el ejemplo y producir un trabajo de la misma calidad. La fotografía la encontramos en las redes sociales, en las calles, las revistas, los periódicos, etc. la lista es interminable – y esta abundancia produce mediocridad.
Tomemos en serio su consejo y embarquemos en una exploración de la vida y obra de los grandes maestros del pasado con el fin de comprender mejor las tendencias contemporáneas y lo que realmente se necesita para producir algo verdaderamente notable que resistirá la prueba del tiempo.
Una vez expuesta la vida y la obra de Yves Klein, decidí seguir investigando el tema de auto-conocimiento. André Kertész (1894-1985) parece ser el mejor fotógrafo para esta tarea, por ser un poeta que en vez de escribir con palabras usó la luz para construir imágenes líricas. Sus emociones dominaban su fotografía, como el mismo dijo: «La fotografía no influye en mi vida, mi vida influye en la fotografía.»
Sus fotos revelan momentos simples y composiciones que evocan un sentimiento, como la melancolía del tulipán marchito, o el silencio sepulcral del nadador distorsionado por el juego de luces, sombras y reflejos. Kertész no veía las cosas de forma automática, ni pasaba por alto lo que parecía ser cotidiano y sin importancia, ya que podría regresar a un estado infantil, despertar su curiosidad y ver el mundo desde una perspectiva diferente.
A principios del siglo XX, el mundo de las bellas artes estaba lleno de entusiasmo – y eso se manifestó en la fotografía también: los fotógrafos dejaron el Pictorialismo atrás, es decir, abandonaron la aplicación de técnicas de pintura y reglas de composiciones artísticas para poder explorar las posibilidades fundamentales de la fotografía en sí misma; como el crítico Steve Edwards describió: «Si un arte de la fotografía era posible, tendría que seguir su propio camino independiente, y no imitar a la pintura o el grabado.» Photography, A Very Short Introduction (Fotografía, una introducción muy corta), Oxford, 2006 (p50).
Ese camino más tarde llegó a ser conocido como el estilo modernista, que primero consistió en tomar «imágenes directas y ópticamente nítidas » Steve Edwards (p49), pero luego dio lugar a muchas ramas diferentes, entre ellas, la fotografía de calle que pretendió crear «una nueva visión documental… dedicada a la grabación de la vida popular de las calles.» Steve Edwards (p53)
André Kertész puede ser considerado un representante de la fotografía de calle («street photography«), aunque también es conocido como un fotoperiodista importante; la verdad es que estos términos se confunden entre sí, sin embargo, lo cierto es que de manera similar a Henri Cartier-Bresson, Kertész buscó el momento decisivo en su fotografía a través de reinterpretar personas, lugares y objetos en su propio estilo contemplativo en base a su estado emocional. Como él mismo dijo: “El momento siempre dicta mi trabajo. Lo que siento, lo que hago. Eso es lo más importante para mí. Todo el mundo puede mirar, pero no necesariamente todos pueden ver. Nunca calculo o considero; veo una situación y sé que es la correcta, incluso si tengo que regresar con la luz apropiada” Diálogo con la Fotografía de Paul Hill
Obviamente los sentimientos fueron importantes para Kertész desde muy joven. Cuando contaba con solo 6 años encontró algunas fotos familiares antiguas en el ático de su tío y no cabía en sí de alegría hasta el punto de decidir convertirse en un fotógrafo allí mismo. Le llevó muchos años obtener su propia cámara, pero el tiempo intermedio no fue en vano, enseguida se puso a mirar las cosas con otros ojos: “Pensé que más tarde haría fotos parecidas – y a partir de aquel momento vi las cosas como las fotografiaba más tarde.”
Tan pronto como adquirió una cámara – una ICA-Platten 5X6– en 1912 a la edad de 18 años, comenzó a tomar fotos íntimas de familiares y amigos, e inmortalizó el campo húngaro que le rodeaba y le afectó profundamente mientras estaba creciendo. Kertész dijo que todo se originó en Szigetbecse, un pueblo de Hungría, donde pasó gran parte de su adolescencia después de la muerte de su padre: “me acerqué tanto a la naturaleza y a los que me rodearon allí que más tarde no importaba si sacaba fotos en Tiszaszalka, en Esztergom, en Haraszti, en Francia o en Nueva York, hice vivir al paisaje de Becse y a la gente de Becse”
Su trayectoria se puede dividir en cuatro periodos: Hungría, París, Estados Unidos e internacional
Periodo húngaro (1912-1925)
La etapa de Hungría comenzó cuando con 18 años recibió su primera cámara, y como tenía un trabajo en la Bolsa de Budapest, solamente dedicó su tiempo libre a la fotografía, pero aun así tenía algunas imágenes publicadas en revistas locales, como Érdekes Újság.
Periodo de París (1925-1936)
En 1925 se trasladó a París para estudiar la fotografía y sumergirse en la escena artística vibrante y animada. De inmediato se rodeó de otros fotógrafos, artistas y autores literarios, quienes se convirtieron en los temas de muchos de sus retratos. Trabajó como fotógrafo autónomo y tenía muchas fotos publicadas en revistas francesas conocidas como Vu y Art et Médicine, así como otras revistas europeas de prestigio, y en sus once años en el país participó en más de 30 exposiciones. En 1927 tuvo su primera exposición individual en Sacre du Printemps Gallery, lo que era raro para los fotógrafos de la época.
Distorsiones
En 1933 realizó la serie Distorsiones por encargo de la revista Le Sourire, una obra con tendencias claras de surrealismo, que también fue publicada como un libro de fotos en ese mismo año.
Periodo de Estados Unidos (1936- 1962/3)
La agencia Keystone en Nueva York ofreció un contrato en exclusivo a Kertész, así se trasladó con su esposa Elisabeth a los EE.UU., donde permanecieron durante el resto de sus vidas. Dejando atrás la comunidad de artistas de París de repente tenía que enfrentarse a la alienación y al rechazo, además de soportar más la fotografía comercial y a las imágenes que no resonaban con él, tales como los interiores de las casas de los ricos de House and Garden. A pesar de tener algunas de sus fotos artísticas publicadas o expuestas, se sentía cada vez más decepcionado de que la gente no entendiera o valorase su estilo, un sentimiento que se muestra en sus imágenes que sugieren aislamiento y melancolía.
Periodo internacional (1962/3-1985)
No fue hasta la década de 1960 que alcanzó la fama a nivel internacional, cuando resignó de House and Garden en 1961 y empezó a hacer fotos solamente para sí mismo además de recuperar sus fotos antiguas de Francia. Fue galardonado con la medalla de oro al presentar sus fotos en la IV Mostra Biennale Internazionale della Fotografia en Venecia (1963). En ese mismo año, su trabajo también fue exhibido en la Bibliothèque Nationale de France, y un año después en el MOMA (Museum of Modern Art) de Nueva York. Después de esto su obra fue expuesta en muchos países en todo el mundo.
Murió en 1985 a la edad de 91 años en Nueva York.
A pesar de haberse sentido decepcionado por esperar tanto tiempo la fama fotográfica, nunca renunció a hacer fotos, dejando un legado amplio que sigue inspirando a las nuevas generaciones y orientándonos a todos hacia un camino personal, que puede ayudarnos a evitar la trampa de la mediocridad.
“Sabe usted, toda mi arte es como un diario, un diario escrito con una cámara. Saco fotos de lo que me sucede, lo que sucede alrededor de mí, lo que me influye. Nunca aspiré a cosas especiales, me dejé llevar por mis sentimientos. Que más tarde lo llamarían fotografía social, cubismo o surrealismo, no importa. Soy un fotógrafo aficionado egoísta, que siempre hizo lo que le importaba” André Kertész történetei. (Las historias de André Kertész) de Hajdú Éva, Magyar Nemzet, 20 marzo 1984.